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sábado, 31 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY COLABORAZIONO. GONZHO. PINTOR

Gonzho dice que una cosa es ser pintor y otra artista, y que lo difícil es ser las dos cosas a la vez.  Consulto el diccionario de la RAE para confirmar el concepto de artista: Persona que cultiva alguna de las bellas artes, persona dotada de la capacidad o habilidad necesarias para alguna de las bellas artes e incluso en su acepción 5, persona que hace algo con suma perfección.  Sin embargo, para mí, que no soy la RAE ni mucho menos,  el arte, no es algo  consolidado, y el artista, por consiguiente, mucho menos, sino que está en permanente búsqueda de su propia esencia, poética, impronta, etc. El artista en cuanto a espectáculo me parece otra cosa; dado que aprende unas rutinas, las practica, las ejecuta con destreza y punto.  Discutimos un poco el tema y al final llegamos al acuerdo: Venga,  proponemos: pintor y buscador permanente.

Gritar. Verbo intransitivo. Sonido inarticulado. Realidad caótica.
¿Cuándo gritamos? Al llegar al mundo, cuando algo nos sorprende o nos asusta en derivada de la felicidad o la desesperación, como método de agresión, intimidación, incluso como imposición a los demás.  Un grito expresa descontrol y  desbordamiento de las emociones. Hasta ahí de acuerdo. Con la llegada del lenguaje, ya no nos hace falta gritar y sin embargo a veces se siguen oyendo esos gritos: del marido, de la madre, de la paciente, del usuario insatisfecho, se grita mucho, en general, todavía, a mi entender.
León Gieco dice: “Todos los gritos fuertes nacen de la soledad”.  Estoy en modo crítico. No lo comparto totalmente, póngase cómo ejemplo la emoción de subir en una Montaña Rusa con amigos.  Pero ese es otro Rock and Roll. Quiero entender a qué se refiere León Gieco.
— Gonzho, ¿por qué pintaste este cuadro? —le pregunté por messenger el día que acordamos la colaboración.
Y  me contestó: “Porque se lo debía al niño que fui”.


La historia inventada. Entonces,  imaginé a ese pequeño  Gonzho de ocho años, tal vez, jugando en el salón de su casa, construyendo sobre la mesa camilla un universo Lego con naves, portaaviones,  cohetes espaciales y un ejército de robots. Imaginándose la invasión del mundo con sus playmobil como elementos externos, absorto en sus batallas durante horas.
Imaginé, como supuesto necesario, que  fue al baño, y la madre que había terminado de prepara la cena y necesitaba poner la mesa, así,  sin previo aviso,   de un brazado, barrió con todo y lo introdujo en el  tambor de colón, y Gonzho, nuestro pequeño soñador, vio cómo su pequeño universo se veía  arrastrado al interior de ese cubo de cartón.  Y le faltaba el acto de coronación…
¡Nooooooooooooooooooooo!—gritó.

Este cuadro  se llama " El grito de la infancia".
Para más información sobre Gonzho:




sábado, 24 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY COLABORAZIONO. MONSTRUOS CAPITALES CON JOSÉ VICENTE SANTAMARÍA

 Aquí os dejo el Making off de una de las ilustraciones más bonitas que han hecho de un trabajo mío. Si reconocéis  a Lujuria,  Pereza, Gula, Envidioso, soberbia, entonces... coincidiréis que es un  gran trabajo. El autor: José Vicente Santamaría. Simplemente espectacular.


Y el  resultado...

A continuación mi texto, de ciencia ficción,  pero con final  reflexivo. Espero que os guste.


Monstruos capitales.
Corría. Tenía 15 años y corría con todas mis fuerzas para huir. Había salido de casa para tirar la basura y de repente me encontré corriendo porque un loco que iba en un coche salió y pretendió meterme en él. Y para evitar que supiera donde vivía comencé a correr calle abajo. Y me refugié en un antro cetrino y rancio. Escuchaba el ajetreo de gente dentro y una música extraña, casi tribal. Mi madre siempre me había advertido de que en caso de emergencia me arrimara a casas con luz, que buscara gente, que nunca bajo ningún concepto me quedara quieta, callada y sola. Mi primer pensamiento fue: «No puedo volver a casa». En mi casa no estaba mi madre, ella trabajaba esta noche puntualmente en un turno que había cambiado a su compañera del hospital y hubiera sido un suicidio retroceder. Además, me miré en el bolsillo de la chaqueta y tuve la precaución de haber echado la llave antes de salir. Todo eso se piensa cuando se está en alerta. No se sabe cómo, pero sucede rapidísimo en el cerebro. Se procesan datos en milésimas de segundo y se actúa.
Abrí la puerta del garito, estaba sofocada, entré rápido y cerré. Resoplé apoyada en la hoja por dentro, extenuada por la carrera. La mujer del ropero me dijo:
—No deberías estar aquí. Son más de las once de la noche. Eres una menor. Vete a tu casa —me ordenó.
—No puedo irme ahora. Hay un loco ahí fuera. Tengo miedo.
La mujer siguió colocando abrigos en el perchero trasero y no reaccionó a mi comentario, como si no lo hubiese escuchado. Solo puntualizó:
—Pero deberías irte a tu casa, aquí solo verás monstruos.
—No creo que me asuste, ya tengo quince años —afirmé con aplomo.
—Te equivocas. No tienes ni la más remota idea de dónde te acabas de meter. Hoy precisamente hay una conferencia. Una reunión anual para compartir sus logros y progresos. Se ponen al día de sus malvadas acciones y se dan premios para animarse a seguir haciendo perrerías a los humanos. Ya han llegado casi todos. En serio, márchate ya.
—Por favor, ¿Puedo verlo? —rogué ansiosa.
—No deberías, ya te aviso. Pero hazlo bajo tu responsabilidad. Creo que ya estás muerta de todos modos. A ver, acércate, respira, observa, mira, aquí, desde aquí si puedes —apuntó en la pantalla plana de última generación con su dedo índice—. No nos dejan estar en contacto con ellos. No podemos ni mirarlos a los ojos. Todo esto tiene reglas. Lo comprendes, ¿verdad?
No tenía ni la más remota idea de lo que me estaba hablando. Pero aquella mujer diminuta de ojos como almendras, arrugas en la frente y voz maternal, me miraba como si fuera capaz de leerme el pensamiento. Aquello me asustó un poco, pero le contesté lo más rápida que pude: —Me imagino….
Y me arrimé al plasma donde se vertían imágenes desde las tres cámaras de seguridad del antro. Me quedé igual. Eran seres humanos como todos.
—No veo nada extraordinario. De verdad, son gente muy bien vestida y muy guapos en general, pero gente… ¿Se graba? —pregunté curiosa.
—No. Imposible —negó ella mientras se sonaba los mocos—. Aquí está prohibido grabar. Solo se ve por si hubiera algún altercado, o si rompieran algo. Tenemos que decirles el qué. Yo lo voy apuntando todo en este cuaderno. Pero son generosos y luego dejan grandes propinas tanto en el ropero como a mi jefe. Perdona —me repitió nuevamente—, creo que debes marcharte. De verdad, si te quedas aquí y te descubren, me causarás un gran problema.
—Solo necesito esperar un rato. Solo un rato. Por favor. Si me marcho a casa ahora, puede sucederme algo malo.
—De acuerdo, una hora nada más. Cuando den las doce te marcharás de aquí.
Todo fluía con normalidad. Siguieron entrando a la fiesta personas muy arregladas. La mujer del ropero se mostraba seria y fría y no hablaba con ellas. Solo cogía el abrigo y les daba una ficha sin mirarlas a la cara. Luego, cuando ya estaba segura de que habían entrado en la sala, me iba describiendo la situación.
—Mira, ¿ves esta? —Y la señalaba en la pantalla—. Esta se llama Soberbia. Va de color violeta. Se pasea entre los demás con la cabeza altiva, con ese sentimiento de superioridad. Tiene un trato distante y despreciativo. Ella es la presidenta de este tinglado. Luego dará premios a Avaricia y Envidioso como hace todos los años. Es muy amiga de ellos. A los demás casi ni los mira.
Yo la observaba de arriba abajo, pero todo lo veía normal. Una mujer con un traje de lentejuelas ajustado y el pelo rubio, pero no me aportaba nada extraño y tampoco me atrevía a llevarla la contraria a aquella mujer. Simplemente atendía a sus explicaciones con cierta curiosidad y escepticismo.
—Te señalo aquí. Observa, niña. Esta es la segunda peor de todos. Es Lujuria, la del vestido rojo. Se pasará toda la noche suscitando el deseo de los asistentes. Tiene una actividad sexual exacerbada y necesita estímulos constantes que exciten sus sentidos. Le da igual tocarle a una mujer que a un hombre o a varios a la vez. Terminarán en una cama redonda unos cuantos con ella. Gula es su archienemiga. No soporta que haya gente gorda en su cama. Y la insulta mucho. En la anterior ocasión hasta se pegaron bofetones y se arañaron la cara. Gula tampoco se queda atrás, no te la pierdas de vista. Menudo genio tiene…
Seguía mirando con detenimiento la pantalla y al margen de una mujer extremadamente exuberante y bella que llevaba puesto un vestido rojo yo no podía ver nada más.
—Mira —señaló con el dedo—, ¿ves esta otra? , justo, aquí, ¡esta! Ella es Gula, la que lleva un vestido tipo saco de color naranja. Siempre está comiendo. Y no siente ninguna vergüenza. Si se descuidan los de alrededor se lo come todo. Normalmente está sentada al lado de Pereza. Esta otra no habla, duerme mucho y no molesta. Pero es como llevar un saco de patatas encima que ni aporta ni se emociona con nada. Es la nada más absoluta. Pereza es casi trasparente, puedes verle las venas en las manos. Su compañía es peor que el vacío. Normalmente viste de azul cielo o blanco. Pero hoy se ha puesto un vestido negro noche para pasar más desapercibida y supongo que dormirse en cualquier sofá de algún reservado sin ser molestada. Estar con ella es desquiciante. Es saber que estás sola en compañía y que siempre te dará la razón como a los tontos. Puedes enloquecer con Pereza. Aunque disfrace tu mundo de paz en un principio, al final te asfixia su falta de motivación y sueños.
—Vaya, realmente los conoces a todos muy bien. —Y le esbocé una sonrisa.
—Y aquí está Envidioso. Hoy se ha puesto de color verde. Es muy amigo de Soberbia, ya te lo dije antes. Casi diría que podrían ser hasta amantes. Se entienden a la perfección, ríen mucho y comparten todas sus maldades divinamente. Se nota que están compenetrados. Emanan eso, casi perfecto, que emanan los enamorados… No sé, magia… Pero en su caso una magia tóxica.
—¿Y esta? —pregunté señalando con el dedo—: ¿Quién es la que lleva este vestido estrecho con tonalidades de color fuego?
—¡Ah, sí, localizada!, esa es Ira. Simplemente busca la destrucción más absoluta de todo. Nunca está conforme con la realidad. Nunca está conforme con las opiniones ajenas, por sistema a todo le encuentra el lado feo. Es terrible mantener una conversación con ella. Solo se escucha a sí misma. Y para explicarme, si no sabes jugar, se enfada. Si juegas, también se enfada porque no sabes jugar como ella. Si juegas a su juego, te hace trampas, y si consigues hacerle trampas tú, definitivamente te mata. Salir de la ira sin lesiones medulares es muy complicado. Por eso es mejor no entrar en flirteos con ella.
—¿Y sabes cómo son todos?
—Sí.
—¿Pero cómo los puedes conocer hasta ese punto? Si solo los ves una vez al año.
— Soy muy observadora, lo escribo todo aquí, en mi cuaderno de notas.
—Antes has dicho que no se los puede mirar a los ojos.
—Eso es…
—¿Por qué?
—Porque les abres la puerta de tu alma.
—¿Cómo es eso?
—Entran por ahí. Pero sobre todo, porque ellos tienen sus reglas. Y aprovechan que bajas la guardia y te ríes mientras los miras fijamente. Ese es el momento para entrar en tu cuerpo. Cuando estás relajado y confiado. Entonces te demonizan.
—Yo los veo muy normales, la verdad —dije encogiéndome de hombros.
—No lo son. Espera que lleguen las doce. Se quitan sus trajes humanos y empieza su verdadera fiesta. Soberbia se convierte en un pavo real con un espejo colgando. Ira nos enseña sus colmillos afilados, sus verrugas y sus pelos en una cara amarilla y huesuda. Gula se convierte en una especie de células madre gigantes a punto de reventar. Lujuria se llena de serpientes y agujeros. Envidioso se convierte en un pez enorme que arrastra una mucosa verde. Y así te podría describir uno a uno, pero vamos, que me están dando ganas de vomitar. Yo, en ese punto, apago la cámara y que Dios nos proteja.
—¡Hala… Qué alucinante! ¿Podría verlo yo? ¿Y hasta qué hora es la fiesta?
—No. Definitivamente no. Es repugnante. Solo ellos disfrutan así. En cuanto a la hora del cierre es a las seis de la mañana. Pero no lo sé. Depende del día. Unas veces a las cinco, otras a las seis y media, lo que sí tienen claro es que no se quedan hasta que amanece. Se colocan otra vez los trajes humanos y salen uno a uno delante de mí como en un desfile, saludando, con la manita mal colocada o un ojo caído, o la peluca como un sarmiento, y no recogen ni los abrigos.
—¿Y eso?
—No, no los recogen, en serio, salen tan acalorados y borrachos que ni se acuerdan. Así que al día siguiente tengo que colocarlos en el patio y quemarlos. No puede quedar ningún resto. Ah, no te lo he dicho. A todos los monstruos les encantan todos los tipos de drogas.
—Ya me imagino. Si es que tiene que ser muy fuerte lo que pasa ahí dentro. Y cambiando de tema, tú ¿cómo has llegado hasta aquí? Me refiero a por qué tienes este trabajo. Esto es lo más extraño que he vivido nunca. Aquí, en una urbanización cerca del mar. Ni podía imaginarme que pasaran estas cosas.
—Bueno, este sitio es muy especial. En principio, está definido como el Fin del Mundo en los mapas. Es mágico y ancestral. Tiene mucha energía negativa. Es muy propicio a estos encuentros. Y no son los únicos. Hay otras ligas similares, de brujas, políticos, etc. Los monstruos no son una excepción, lo que pasa es que la gente normal, me refiero a los humanos, no lo saben. Para poder trabajar aquí tuve que pasar las siete pruebas capitales. Durante un mes los dejé habitar a cada uno de ellos en mi cuerpo. Te he dicho que tienen sus reglas. Nunca pueden habitar dos monstruos el mismo cuerpo a la vez. A cambio, tengo un trabajo y gozo de su protección porque nunca más volverán a poseerme.
—¿Perdona? ¿Cómo es eso? —pregunté estupefacta.
—Lo dicho, durante siete meses los siete pecados capitales uno a uno fueron habitándome. Cada mes uno diferente, claro está. No recuerdo nada de lo que hice o dije durante esos meses porque se encargaron muy bien los unos y los otros de resetearme entera. Así que me dejaron sin sentimientos ni pasado. Y sin dolor, afortunadamente. Ninguno de ellos volverá a hacerlo. Jamás. Ya pagué un caro peaje. Único en la vida.
—¿Y entonces? ¿Entonces ahora qué eres, me refiero, en qué te has convertido?
—En Soledad. Eso es lo que queda cuando ya no hay ningún monstruo dentro.
—¿Eres feliz?
—A ratos. Es un estado complejo. Puedes estar maravillosamente bien y sin saber por qué sentirte extrañamente mal. Al principio duele un poco pero luego te acostumbras. Y te puedo asegurar que es lo mejor que le puede pasar a un ser humano. Vivir tranquilo con su soledad después de haber convivido con todos los monstruos y conseguir que se marchasen fuera uno a uno, dedicarse a quererse a sí mismo, a vivir por y para sí mismo. Egoista dejó mucho dentro de mi Soledad. Y entonces, ¿qué has aprendido, muchacha? —me preguntó dándome una palmadita en la espalda.
—¡Que estás majara! —dije sonriente y guiñando un ojo.
—No, en serio, ¿qué has aprendido?
—¿Que los solitarios son supervivientes de los monstruos capitales?
—Sí, perfecto, pero también, y esto te lo digo yo, que son los más tristes porque ya no tienen ninguna emoción dentro.
—Bueno, visto así, si tú lo dices… —suspiré levantando los hombros, después miré el reloj negro gigante del vestíbulo. Eran las doce. Sentí un picotazo profundo en la base del cráneo. Los ojos se me cerraban pesadamente, como un sueño inesperado, profundo, extraño, quizá una droga, y le pregunté—: ¿Te importa que me quede aquí a dormir?
—Anda, ven, métete debajo del mostrador. Te echaré un abrigo por encima.
A la mañana siguiente la alarma de un móvil olvidado sonó en algún sitio del local. Desperté y no quedaba nada allí: ni televisión de plasma, ni abrigos, ni gente monstruosa. Solo un extraño olor a hipoclorito y piel quemada en una mezcla hedionda. Me incorporé y comprobé que la mujer del ropero tampoco estaba ya. Me levanté pero no me levanté. Me refiero a que mi cuerpo seguía allí acurrucado, como congelado. ¿Qué acababa de pasar? No comprendía nada. Quizá estuviera drogada…Tenía que salir pitando a casa. Un único pensamiento de preocupación por si mi madre había regresado del hospital y no me había encontrado en la casa me invadía y una extraña sensación de ligereza. Debía escribir esta historia antes de que se me olvidara algo y pese a que nadie me creyese. Todo aquello sucedió. Antes de cruzar la puerta del garito para salir, me giré y me miré en un espejo del hall pero ya no era yo.


Esta entrada se publicó por primera vez en SURCANDO EDICIONA






martes, 20 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY RECUPERO. FLASH FORWARD

Recupero este relato con la ilustración de Vekfly que me pareció fantástica en su día y que hoy tengo el honor de poner en mi blog.¡Gracias por tu arte!



Flash forward.


La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.
Jorge Luis Borges. 1899-1986.


La muerte me ronda. A ratos creo que me va a llevar al otro lado cogiéndome de los pies y dando un tirón. A ratos se muestra sumisa: me habla bajito, al oído, y me confunde. ¡No existes, vete, vete, hoy todavía no!
Me han incoado en un procedimiento propio y único. Dicen que tengo grandes zonas calibradas de interés cultural. La enfermera me mira y sonríe. Yo sé cuánto esfuerzo hace cada día por parecer tranquila. Ella es mi mujer. Me anima, me abraza, está ahí. Sólo eso: está. No te preocupes tanto. En realidad, te mueres cada día, justo después de comer, unos quince minutos. Y esboza una sonrisa. No puedes perder el sentido del humor.
Por aquí arriba en la cabeza tengo bosques de eucaliptos bajo mis pelos. Inmensos microcosmos llenos de bacterias que sobreviven comiéndose la piel. En el pecho ha surgido la nueva reserva del Río Tinto. Fluye caliente a ratos entre sollozos sin lágrimas ya. No te preocupes, amor, hoy todavía no. Quiero decírselo, pero no puedo: no tengo lengua, no tengo boca, no tengo garganta. Quiero decir muchas cosas a mucha gente. Pero he elegido hacerlo en un momento crítico en el que mi naturaleza me ha dado la espalda.
Ahora me comunico con una pizarrita de niños en la que escribo con tiza frecuentemente: No llores. Pero todos lloran… Primero me trajeron un ordenador con una e-pizarra y vi que podía escribir y grabar mensajes que siempre repetía. Durante las visitas. Bien. Al pulsar la b, texto predefinido, automáticamente: bien.
No cabe duda de que morirse es un destino esperable, pero no hace falta marcharse de aquí con tanto dolor. Yo hubiera deseado dormirme para siempre y no sufrir. No sufrir mi dolor, que es muy grande, sino el dolor de los que me quieren.  Yo también lloro mucho, a solas. Cuando creo que nadie me escucha, me desahogo. Pero las lágrimas escuecen mi pecho y todavía siento más dolor porque no brotan para fuera, sino para dentro.
Hablo en sueños, para que sepan que todavía no he muerto. Lo potente que es el subconsciente. Palabras sueltas, algunos sinsentidos o co-razones de existencia:
Protección cautelar. La nieta.
Licencia para habitar. El testamento de mi hijo.
Efectos colaterales. ¿Qué será de mi mujer tan joven y bella?
Indemnizables los perjuicios. Yo no quiero, pero lo harán.
Suspensión de licencia. El médico se equivocó.
Mi ruina es una realidad histórica. Error tras un juicio previo.
Deber de conservación del propietario. Donaré mi cuerpo a la ciencia.
Colectividad. No quiero admitirlo.
Acto de contenido imposible.
Manifiestamente obligado a la expropiación. De mi yo, de mi materia, de mi hoy en vida.
Medidas de garantías. Ya no hay recursos suficientes.
Todos nos consideramos los indispensables en un hogar. No hay nadie insustituible. Todo pasará.
Criterio de mínima intervención y la máxima garantía. ¡Mierda para todos!
Principio de restitución. Lo único irremplazable es la vida.
Día internacional del Despojo. Instáurenlo.
Todo lo aséptico que me rodea me obliga a sentirme cobaya.
Las dobles listas, esperas en hospitales, amorales.
El fondo, la superficie está sucia. Limpia y encontrarás.
El patrimonio inmaterial. Dejaré mis libros, mis poemas, pensamientos, etc.
Expresiones culturales. No di para tanto. Ni mucho menos.
El elemento humano: el miedo. No sólo existe dentro.
El húmedo, tenebroso y resonante corazón palpita aquí, y me aprieto con la palma izquierda el pecho. Todavía…
Resplandor devoto de una luz, la luz de la candela que no pudo ser sol. Y el sol seguía existiendo fuera, ajeno a todo siguiendo su propio ritmo.
Color áureo. Faz de la luna pálida y sobrenatural. He decidido estar para crear. Volver. Despierto.
Sea como sea, me muero quince minutos al día por culpa de las pastillas justo después de comer. Es el único momento  en el que cualquiera que me viese podría pensar que ya es un hecho la presencia inerte de mi cuerpo. Pero despierto cada tarde a las cinco y cuarto.
Luego escribo, ordeno y organizo muchas cosas, en la pizarrita, porque como ya les dije, no puedo hablar. Mi secretaria lo transcribe en el ordenador. Y todo fluye con cierta coherencia… Una vez a la semana me llevan desde mi casa hasta el hospital para las revisiones. En el camino, inevitablemente, circundamos el cementerio. Hoy queda un día menos…
Cada vez estoy más resignado y tengo menos miedo. Supongo que todo este tiempo ha sido un regalo para asumirlo todo y dejar todas mis cuentas pendientes al día. La muerte, al final, siempre gana, es lo único capaz de ganarme. Pero hoy todavía no.


Este relato se publicó por primera vez en SURCANDO EDICIONA
https://surcandoediciona.wordpress.com/2013/12/02/flash-forward/

La ilustración pertece a Vekfly.
Más información sobre su trabajo en:
https://www.facebook.com/vek.vekfly


domingo, 18 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY ESCRIBO: QUERIDO DIARIO

¿Cuántos viajes habéis pospuesto a lo largo de vuestra vida?
Y si mañana ya no pudieseis hacerlo, solos, o en compañía de vuestra  pareja, hijos, amigos, etc.
 Intenta llenar tu alma cada día de amor y al menos, intenta hacer un buen viaje cada año.



QUERIDO DIARIO


Querido diario:
¿Te acuerdas cuando te dije que quería viajar a Sri Lanka y ayudar a los damnificados del tsunami en el año  2004? Y no lo hice porque acababa de enamorarme perdidamente del hombre de mi vida. Algo tan inesperado que me volvió a pasar cinco veces más en otros medios, con otros hombres.  Tú sabes.

¿Recuerdas cuando te dije que era importante hacer ese viaje a Nueva York y preparar mi primera exposición colectiva internacional junto a Laura y Nacho? Pues tampoco lo hice porque estaba a punto de dar a luz a mi primera hija y me asusté de lo avanzado de mi gestación   y un posible parto prematuro que conforme a mi continúa  ansiedad, sucedió igualmente.

No puedes olvidarte tampoco de cuando quise viajar a tierra  Santa para pedir por  la salud de mi familia.  Y con los billetes de avión comprados y todo preparado nos olvidamos el bolso en el  taxi y no pudimos viajar sin documentación.  Aquello se fue al carajo después de tanta ilusión. Después llegó la mala sangre de recuperarlo todo, y el sin sentido de no querer ni volver a hablar de ese viaje.  Pero para mi era tan importante, casi una promesa. Porque tanto yo como mi hija  superamos nuestra enfermedad.

En el 2014, cuando ya estaba preparada para ir a ver esa final de Eurovisión en la ciudad danesa de Copenhague, una excusa más para ser libre, una excusa para sentir que todavía era dueña de mi vida, falleció mi mejor amiga de cáncer  de pulmón. Perdí tres cosas aquel 25 de mayo: un viaje, la ilusión y una cómplice con quién siempre era yo misma, al desnudo.   Dejé de fumar para siempre.

Querido amigo, he dejado tantos viajes por hacer…  Dicen que el viaje más deseado es aquel que nunca se hace. Que siempre encuentra mil excusas  para posponerlo, o no hay dinero, o no hay tiempo, o salud, o la mejor compañía para hacerlo. Pero esta vez no. He tomado una decisión.  Quiero irme sola.  Como los locos, a la India, un año, y dormir en otras camas, y despertar en otro mundo, beber, caminar y vivir con los justo. Sentir el espíritu de la humildad, de lo sencillo, y volver sana y salva. Volver  para besar  a los de aquí, a los míos. Viajar y regresar. Ya no puedo mentirme más. Necesito serenidad , encontrar el equilibrio o perderme en los desequilibrios, da igual, lo que sea.

No quiero sentir como propio, lo que  decía Juan Ramón Jiménez en su poema El viaje definitivo: “Me iré  y se quedarán los pájaras cantando.  Quiero otra filosofía más frívola: Me iré y sentiré que he tenido una vida plena y feliz. Justa y Satisfecha. Honesta y valiente.  Y me importará un pimiento que se queden los pájaros cantando o que llueva café en el campo. Porque yo viví lo que tenía que vivir. Y fui dueña de mis decisiones y de mis errores.



* Aviso al lector: esta narración no es autobiográfica en absoluto, sólo una invitación a viajar más.


jueves, 15 de marzo de 2018

Y MAÑANA NUEVA SECCIÓN: MI BULLET JOURNAL



Y mañana inauguro nueva sección: MI BULLET JOURNAL.


¿Y qué es esto?
Pues es una agenda donde se acumulan listas de todo. Creo que toda mujer trabajadora ha tenido durante años bullet journal para llevar a cabo las tareas del hogar, las compras, el cómputo de recibos, la planificación de las vacaciones y sus paradas, las necesidades básicas de los niños, etc. Todas, de una u otro modo, hemos ido apuntando como hormigas nuestras cosas para que no se nos olvidaran, a nuestra forma, en papeles sueltos, en libretas, en agendas, en pizarras, en la mano, total, en multitud de sitios.  Bueno, pues ahora, tu bullet journal te ayuda a poner todo ese caos en orden. Ser más metódica y organizada es necesario para no morir en el intento. Me parece una herramienta indispensable.
Pues bien, elige un cuaderno, elige tus  bolígrafos favoritos que los hay de todo tipo,escribe tus temas básicos y recorre dos o tres tutoriales de you tube,  que te vas a quedar alucinada de los trabajos tan bonitos que hace la gente. Y de lo fácil que puede ser, con un método organizado, conseguir los objetivos.
En mi caso, dado que es algo muy personal, sólo trasladaré al blog la parte correspondiente a los relatos, microcuentos, etc. que me generaron una emoción especial  durante un viaje, o al conocer a una persona, o en un momento concreto de mi vida. Está articulado como una experiencia 100% personal. Espero que os guste.

martes, 13 de marzo de 2018

domingo, 11 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY ESCRIBO. UNA LECCIÓN SOLIDARIA: VENTE CONMIGO


Supongo que todos hemos pensado alguna vez qué haríamos si nos tocase la lotería.
Pues puede que la suerte te acompañe. Te invito a reflexionar un poco sobre este tema con el siguiente relato.




VENTE CONMIGO.
Hoy podría haber sido como otro día. Nos vemos, hablamos, nos abrazamos, nos besamos, nos sentimos. Pero no. Hoy no ha sido así. Me ha preguntado  sobre qué haría si me tocase la lotería. Y yo, muy a la altura del lugar donde estábamos tomando un café con hielo, rodeados de alfombras persas, con mármoles de Siria y  la India,  lámparas de cristal de murano y muebles del siglo XIX le contesto que así, a bote pronto,  que me gustaría pasar una noche en el hotel más caro del mundo.
Buscamos en internet y localizamos una selección de hoteles. Nos vamos a los tres  más excesivos: Aquí están nena, me dice. Puedes elegir entre el crucero por el caribe  Oliver´s Travel cuya noche ronda los 140.775 euros y disfrutar del esplendor del fondo marino.
—Sí, ese está bien.  Demasiado caro, pero total, si me toca la lotería, sólo será una noche.
—También  tienes  el Hotel President Wilson, en Ginebra, cuyo importe pude ser en torno a los 65.000 euros la noche, eso sí, en uno de los distritos financieros y de negocio más importantes del mundo.
—¡Uy, no, qué rollazo, rodeados de hombres grises! A mí me gusta más el mar. Definitivamente no. Busquemos otro, le animo.
—Aquí también está el  Hotel Four Seasons, con un interior sofisticado y vistas de vértigo desde la Penthouse. Este, en torno a los 43.654 euros la noche.
—Sigue pareciéndome demasiado caro y aburrido. Sigamos buscando, pues.
—Este podría ser: en Atenas, el Grand Resort Lagonissi, una Royal Villa  está al alcance de tu mano por 37.540 euros la noche. 
—Bueno, quizás, pero sigue siendo muy cara la noche. A ver otro más económico —apunto.
—Este pues, en el Golfo Pérsico. Hotel Burj Al Arab Jumeirah, situado en Dubai. Una demostración del lujo más extravagante. Por la reserva de una Royal Suite, pagarás 14.142 euros la noche—lee en voz alta y con gesto grandilocuente.
—Venga, pues ese. Adjudicado, confirmo. Y tras una pausa le pregunto: perdona, amor: ¿Tú qué harías si te tocase la lotería? ¿Querrías venirte conmigo?
—No, cariño, no, gracias. No haría nada de eso contigo. Estupefacta abro los ojos de par en par. Y le pregunto: ¿Y entonces?
—Pues  entonces, te pagaría ese viaje a ti para que lo hicieras sola, y después gastaría el mismo importe en la FAO, para que ayudara a los 37 países que necesitan ayuda alimentaria externa. Hablamos de comer, reina, de vacunas, de niños que mueren, de asistencia sanitaria. No. No podría gastarme esa cantidad de dinero en lujo y superficialidad sabiendo que hay gente que pasa hambre y necesidades básicas. Definitivamente, haría algo por mejorar el mundo.
Estuvimos callados un largo rato.  Reflexionando...Después nos abrazamos.
—En fin…, le contesté. Aunque si no compramos papeletas, no nos tocará nunca la lotería.  Ese comentario sólo produjo una mueca oblicua en su sonrisa. Lección aprendida. 
—Vente conmigo, amor — hay mucho por hacer.
—Sí.


jueves, 8 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY RECOMIENDO: RICHARD FORD Y SU LIBRO "ENTRE ELLOS"

El autor:
Richard Ford (1944, Jackson, Mississippi) es Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016 y escritor americano con seis novelas publicadas.

El libro:
Este libro que hoy recomiendo, llamado Entre ellos, es autobiográfico e incluye fotografías de sus padres y su infancia. Está  estructurado en dos partes muy potentes, el homenaje al padre donde cuenta cómo fue la vida de su progenitor hasta su fallecimiento cuando Richard sólo contaba con 16 años por un infarto al corazón y  una segunda parte, el homenaje a su madre donde habla de la vida de ella, cómo fue su infancia, su adolescencia, su noviazgo, su ajetreada vida de viajes y hoteles acompañando al padre en su oficio de comercial, y cómo cambió a partir del nacimiento de Richard, dado que tuvieron que establecerse en un sitio concreto para que el niño pudiera asistir a la guardería y a la escuela,  aceptando que el padre viajara de lunes a viernes y no fueran partícipes de sus vidas nada más que  durante los fines de semana y finalmente, cómo asumió su madre su nueva etapa como viuda.

En un libro personal, que no busca inventarse  la historia de sus padres, ni colgarles grandes medallas para hacerlos más atractivos. Se trata, de partiendo de una vida normal, y conseguir  magia “un portentoso ejercicio de prestidigitación literaria: hacer que una historia cotidiana e íntima, hecha de detalles que en otras manos podrían resultar anodinos, se transforme en una poderosa narración” .Es muy objetivo y sencillo en lo que narra, y nos aproxima a una época y un lugar muy precisos, la América profunda de mediados de siglo.
No hay reproches, alegrías ni tristezas de gran relevancia. Una vida sin más.

A continuación copio  algunos párrafos del libro, que me han resultado más interesantes, como perlas encubiertas:
1-    Hay un momento en el libro, tras presenciar una discusión entre sus padres, en la que el autor indica que: “Pero yo me volví vigilante al respecto de él ( refiriéndose al padre) , como si fuera más imprevisible de lo que en realidad era. Lo mantenía a más distancia de las cosas que yo decía y hacía. Posiblemente sea lo que cualquier quiceañero hace con su padre. No confiaba en él, lo cual, dado mi carácter reservado, se adecuaba a mi habitual comportamiento.”
2-    Al final del texto homenaje a su padre reconoce no haber tenido la posibilidad de hablar con su padre de adulto a adulto ya que falleció cuando tenía 16 años, pero  también explica algo muy bonito:  “Yo me he perdido lo mismo, aunque en mi  caso sea también una pérdida distinta en el sentido de que, si mi padre hubiera vivido más allá de su hora prefijada, probablemente yo nunca habría escrito nada, ya que la influencia que habría ejercido sobre mí habría sido una pérdida soportable — todos hemos de sacar el máximo provecho de la vida que nos ha sido asignada—, no habría existido esta breve reseña de mi padre, de sus, de otro modo invisibles alegrías y afanes, y de sus virtudes, esas cualidades dignas de mención que obran en todos nosotros. Para su hijo, no haber dejado esta reseña de su padre habría sido una pérdida verdaderamente triste.”
3-    El acto de reflexionar sobre la vida de mi madre es una acto de amor. Y mi memoria incompleta de su vida no debe tomarse por amor incompleto. Quise a mi madre como lo hace un niño feliz, irreflexivamente y sin dudas.”
4-    “Cuánto más veamos a nuestros padres enteramente, cuando más los veamos como el mundo los ve, más posibilidades tendremos de ver el mundo tal cual es.”
5-    Dice el autor de sí mismo: “Debía tener unos seis años y ya era proclive a decir cosas inquietantes”
Hay que leer a Richard Ford porque es  un hombre de gran talento literario. Sí que es verdad que hay muchos hombres de talento literario, pero hay que leer a Richard Ford.  Es un autor necesario.

Dicen de él y estoy de acuerdo:
«Ford transmuta dos vidas completamente corrientes en arte»
(Kelly Blewett, BookPage).
«Ford posee los mayores dones de un escritor: pura elegancia verbal, humor sutil, precisa y meticulosa capacidad de observación»

(Lorrie Moore).

martes, 6 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY COLABORAZIONO: MARTÍN CONSUEGRA

Es para mí un honor haber compartido esta colaboración con uno de los escultores que más respeto y admiro:  Martín Consuegra. De su escultura "HERMES" , y mi relato "¡VAMOS!",   os invito , a sentir estas dos miradas diferentes que hoy se han dado cita.

¡VAMOS!

Me voy en tu barco, José, ese barco que me enviaste hace dos años sin saber que lo necesitaría tan pronto. Ese barco oxidado pero robusto y fuerte. Emprendo el viaje para cruzar el Mississippi, el río más ancho, sucio y profundo del mundo.
No quiero equipajes, ni libros, ni películas, ni mierdas materiales que lastran. Quiero ir ligera, lo suficiente: crema, agua, comida, y unas manos para sujetar fuerte las velas y unos zapatos antideslizantes para no caer, y un impermeable amarillo en el que resbale la locura del más loco, y un corazón biodegradable para olvidarme de los malos, y algo de borrado RAM, para olvidar todo lo que duele sin que sea perjudicial para el medio ambiente ni para mí.
Eso es: elevar el ancla y zarpar.
Me permito una sola licencia. Partir con mis amigas: llevar de compañía  a las "Ocho mujeres fuertes" citadas en el Antiguo Testamento: Maria la profetisa, Débora, Jael, Sara, Ruth, Abigail, Esther y Judit. Esas que rodean el Camarín de la Virgen de Guadalupe donde he pedido tantas veces, y que desde tan lejos velan por mí. Quiero traerlas, aquí, ahora, conmigo. Que sea María la que me haga cantar y reír al son de su pandereta. Deborah quien equilibre mi balanza de la injusticia. Jael la que me brinde valentía e inteligencia. Sara, la que me brinde esperanza. De Ruth aprenderé  la humildad; de Abigail la sensatez para manejar su matrimonio para el próximo intento; de  Esther, la prudencia, la estrategia, la falsa sumisión (sí, preciso esto,  que para eso hay que tener talento), algo de su belleza,  ya de paso, que los años no perdonan…  Y como me encanta Esther, le pediré  también un poquito de su  discreción, lealtad y guardar las formas.  Y, ¿Judit? , sin duda de ella fuerza y el don de la batalla.  Todas ellas me acompañarán en el viaje, me darán la suficiente confianza para enfrentarme sola al enemigo y liberar a mi cuerpo del yugo de la obediencia y de las cadenas. A ella también le pido  la fe. Para no morir en el intento. Todo eso y nada más.
No tengo prisa por llegar, quiero aprender muchas cosas durante el viaje. La primera: escuchar. Ya ves, Jose,  llevo la mejor compañía en mi corazón y deseo por fin cruzar al otro lado, al lado de la risa. Con cincuenta y cinco años  y ya he cometido setecientas cincuenta y seis  veces los mismos errores. Me he caído en las mismas piedras y las he retirado, y como por arte de magia han aparecido otra vez trescientos  días después en otro sitio. ¿Qué cómo las reconozco?  Porque las hago marcas para identificarlas. Pero vuelven al camino…
Sólo espero una cosa. Llegar renovada, sonriente, poderosa, y abrazar a los míos, —que mucho más listos, ya llegaron a Jauja, que se encuentra al otro lado del Mississippi, hace tiempo—,  que me esperan impacientes en la orilla para continuar juntos la vida. A nuestra manera, como dice la canción…  Y sin que nadie nos marque ni el ritmo ni el paso ni la senda a seguir. Absolutamente libres.
Suelto amarras, miro al horizonte, y sonrío. ¡Allá vamos, compañeras!


Más información sobre su trabajo en:

viernes, 2 de marzo de 2018

SECCIÓN HOY COLABORAZIONO: CAMINANTE PINTOR

Buenos días,
Os presento esta colaboración de la mano de Caminante Pintor, un trabajo sencillo, limpio e inspirador. Creo que sus cuadros cuentan historias por si mismos, pero en esta ocasión, he tenido la suerte de inventarme la mía con su permiso.
¡Gracias!



DESEO

            La contradicción máxima de la esperanza  
            Veo el cristal de tu mirada, al filo de lo gélido.
            Veo tu boca entreabierta, invitación cálida
            Navego entre tus ojos y tu boca, perdido.


Espero, aguardo, pretendo, ambiciono, demando, codicio, me desvivo por tu señal definitiva. Y te he pintado así, tal como te veo y te siento, para recordarte siempre, o mejor, para recordarme a mí mismo, cómo eres conmigo.  Cuarenta y siete horas he invertido en este proyecto. Ocho  paradas técnicas para dormir, comer y esperar a que sequen las capas. En este tiempo he reflexionado y me he curado. No merece la pena la espera. Quizás te regale este cuadro como punto final de mi intento fallido. O quizás lo tire a la basura.



Más información sobre su trabajo en: