Es para mí un honor haber compartido esta colaboración con uno de los escultores que más respeto y admiro: Martín Consuegra. De su escultura "HERMES" , y mi relato "¡VAMOS!", os invito , a sentir estas dos miradas diferentes que hoy se han dado cita.
¡VAMOS!
Me voy en tu barco, José,
ese barco que me enviaste hace dos años sin saber que lo necesitaría tan pronto.
Ese barco oxidado pero robusto y fuerte. Emprendo el viaje para cruzar el Mississippi,
el río más ancho, sucio y profundo del mundo.
No quiero equipajes, ni
libros, ni películas, ni mierdas materiales que lastran. Quiero ir ligera, lo
suficiente: crema, agua, comida, y unas manos para sujetar fuerte las velas y
unos zapatos antideslizantes para no caer, y un impermeable amarillo en el que resbale
la locura del más loco, y un corazón biodegradable para olvidarme de los malos,
y algo de borrado RAM, para olvidar todo lo que duele sin que sea perjudicial
para el medio ambiente ni para mí.
Eso es: elevar el ancla y
zarpar.
Me permito una sola
licencia. Partir con mis amigas: llevar de compañía a las "Ocho mujeres fuertes"
citadas en el Antiguo Testamento: Maria la profetisa, Débora, Jael, Sara, Ruth,
Abigail, Esther y Judit. Esas que rodean el Camarín de la Virgen de Guadalupe donde
he pedido tantas veces, y que desde tan lejos velan por mí. Quiero traerlas,
aquí, ahora, conmigo. Que sea María la que me haga cantar y reír al son de su
pandereta. Deborah quien equilibre mi balanza de la injusticia. Jael la que me
brinde valentía e inteligencia. Sara, la que me brinde esperanza. De Ruth
aprenderé la humildad; de Abigail la
sensatez para manejar su matrimonio para el próximo intento; de Esther, la prudencia, la estrategia, la falsa
sumisión (sí, preciso esto, que para eso
hay que tener talento), algo de su belleza,
ya de paso, que los años no perdonan…
Y como me encanta Esther, le pediré
también un poquito de su
discreción, lealtad y guardar las formas. Y, ¿Judit? , sin duda de ella fuerza y el don
de la batalla. Todas ellas me
acompañarán en el viaje, me darán la suficiente confianza para enfrentarme sola
al enemigo y liberar a mi cuerpo del yugo de la obediencia y de las cadenas. A
ella también le pido la fe. Para no
morir en el intento. Todo eso y nada más.
No tengo prisa por llegar,
quiero aprender muchas cosas durante el viaje. La primera: escuchar. Ya ves,
Jose, llevo la mejor compañía en mi
corazón y deseo por fin cruzar al otro lado, al lado de la risa. Con cincuenta
y cinco años y ya he cometido
setecientas cincuenta y seis veces los
mismos errores. Me he caído en las mismas piedras y las he retirado, y como por
arte de magia han aparecido otra vez trescientos días después en otro sitio. ¿Qué cómo las
reconozco? Porque las hago marcas para
identificarlas. Pero vuelven al camino…
Sólo espero una cosa.
Llegar renovada, sonriente, poderosa, y abrazar a los míos, —que mucho más listos,
ya llegaron a Jauja, que se encuentra al otro lado del Mississippi, hace
tiempo—, que me esperan impacientes en
la orilla para continuar juntos la vida. A nuestra manera, como dice la
canción… Y sin que nadie nos marque ni
el ritmo ni el paso ni la senda a seguir. Absolutamente libres.
Suelto amarras, miro al
horizonte, y sonrío. ¡Allá vamos, compañeras!
Más información sobre su trabajo en:
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